La idea que tenemos sobre el consumo de drogas y las adicciones se basa en una serie de experimentos realizados a inicios del siglo pasado donde se determinó que las drogas causaban adicción de origen bioquímico.
Esto hace que la persona dependa de la sustancia, que necesite aumentar su consumo e incluso que se vea obligado a realizar cualquier cosa para obtener la droga que necesita, ya sea robar, matar o autodestruirse más allá de su voluntad. Estos experimentos concluyeron que las adicciones son tan incontrolables que casi siempre terminan en la muerte del adicto por sobredosis.
Esta serie de experimentos se realizó en ratas y en chimpancés. En el primero se puso una rata dentro de una jaula y se colocó a su alcance dos botellas de bebida: la una, con agua y la otra, con agua mezclada con cocaína. La rata, al probar las dos bebidas, decidió consumir solo la que contenía cocaína, hasta que murió con sobredosis.
Al chimpancé, en cambio, se lo sentó en una silla, se lo ató y se le inyectó heroína en su brazo; al poco tiempo se inyectaba la heroína solo. Gracias a esto se estableció la prohibición de drogas en Gran Bretaña, en Estados Unidos y, más tarde, en todo el mundo. Para 1970, Bruce Alexander, profesor de psicología de Vancouver, cuestionó las conclusiones de estos experimentos al decir que, si él estuviera en la situación de la rata o del chimpancé, también hubiera optado por la droga. En el primer experimento, hizo notar que la rata estaba sola, en una jaula, sin nada más en su vida, totalmente agredida y desesperada y, en el segundo, con el chimpancé, recalcó que éste estaba atado a una silla todo el tiempo.
Alexander volvió a realizar el experimento, pero, esta vez, creó algo que denominó “Parque de las Ratas”: algo parecido al cielo para las ratas, donde tenían mucho queso, pelotas de colores, túneles para jugar, podían tener sexo entre sí y, lo que es crucial: tenían muchos amigos.
Se colocó, como en el anterior experimento, las dos botellas de agua, con y sin droga, y he aquí lo fascinante: en el Parque de las Ratas, a las ratas no les gustaba el agua con droga.
Casi nunca la tomaban. Ninguna la usó compulsivamente. Ninguna tuvo sobredosis. Casi el 100% de ellas sufrió sobredosis al estar aisladas y ninguna presentó sobredosis en un ambiente feliz y con relaciones.
Pero sobre el mismo principio también se realizó una investigación con humanos en la misma época: en la Guerra de Vietnam. En Vietnam, el 20% de las tropas estadounidenses usaban heroína y el ejército estaba preocupado, pues pensaba que, al volver los soldados, tendrían miles de drogadictos en las calles de EE.UU. Cuando la guerra terminó se hizo seguimiento en casa a los soldados que usaron heroína. El Archivo de Psiquiatría General del Ejército de los Estados Unidos hizo un estudio muy detallado y sucedió que ninguno tuvo que ir a rehabilitación, no sufrieron abstinencia y el 95% de los soldados simplemente dejó la droga.
Estas investigaciones demuestran que la adicción a las drogas no es causada solo por su composición química, sino por la sensación de necesidad que la persona tiene por las situaciones a las que se enfrenta, vinculadas directamente a su entorno social.
Otro ejemplo actual: si un auto me atropella y me fractura la cadera, me llevarían a un hospital y me administrarían mucha diamorfina. La diamorfina es heroína, incluso de mucha mejor calidad que la que se consigue en la calle, pues la que vende el traficante está contaminada y contiene muy poca heroína, como tal. La que receta el doctor, por el contrario, es médicamente pura y se la seguirá recetando por un largo período en todas partes del mundo. Y si lo que creemos de la adicción fuera correcto, todas las personas expuestas a este tratamiento para el dolor deberían volverse adictas. Esto se ha estudiado cuidadosamente y no sucede así. Ninguna persona tratada con diamorfina se ha vuelto adicta a la heroína.
Entonces es importante entender qué es lo que pasa en el caso de las adicciones. El profesor holandés Peter Cohen afirma que “el ser humano tiene una necesidad natural e innata de conectarse armónicamente con sus semejantes” y cuando somos felices y saludables, nos vinculamos y conectamos con otros y disfrutamos de esta relación. Pero, cuando no podemos hacerlo, por traumas, aislamiento o por golpes de la vida, probablemente nos vincularemos con algo que nos dé alguna sensación de alivio o que nos saque de ese afrontamiento doloroso de la realidad. Podrían ser los juegos de azar, la pornografía, la cocaína o el cannabis lo que nos lleve a vincularnos o a conectarnos con algo, pues así es nuestra naturaleza.
El proceso de socialización es fundamental para la vida de cualquier individuo; es la forma como éste se integra y se relaciona con los demás; aparte, la valoración que se construye del prójimo, así como del grupo en el que uno se encuentra, se define en el ámbito familiar.
Muchos de los modelos y teorías psicológicas para explicar el consumo de drogas parten del proceso de socialización como elemento central (ej., Oetting y Donnermeyer, 1998) y dentro del consumo de drogas se ha identificado especialmente el papel de la familia (Fernández y Secades, 2002).
Uno de los aspectos determinantes para la conducta del individuo es aquel relacionado con la crianza que ha tenido, la cual está definida por la relación con los padres o por quienes cumplen ese rol. El control y la calidez paterna son dos variables esenciales. Por un lado, cómo los padres definen la conducta de los hijos en los primeros años de vida (hasta la adolescencia) y, por otro, la calidez, el grado de afecto y motivación que tienen éstos con sus hijos. Es en los primeros años de la infancia cuando se determina la relación de autoridad (control y calidez), lo que deberá ser clave en los momentos más críticos de la conducta, como en la adolescencia: etapa de la vida mediada por la presencia abundante e incontrolable de hormonas.
BIBLIOGRAFIA